«Suspiros en la ENEPO»

Todavía no habíamos llegado a la cuna del mezcal, al lugar que ni Indiana Jones imaginó, a los pagos de las infinitas variedades de chiles, de la mayor biodiversidad del planeta, de las decenas de comunidades indígenas que hablan su habla, de las tlayudas y del mole. Aún no habíamos aterrizados en Oaxaca, patrimonio cultural de la humanidad, y ya un par de gentes que ahora son amigos nos habían escrito con ganas de hilar experiencias. Una de ellas fue Teresa, formadora de futuras formadoras de preescolar, que le gustó la idea de mostrarles a sus alumnas el mundo de los hilos, para que luego se enrieden con los chavitos.
Así fue que luego de varios mails y llamadas, nos encontramos entre cafés y chiles y  platicamos un poco sobre el proyecto y los avatares  del viajero. De las batallas nocturnas contra los zancudos, de las perdidas e imposibles maniobras en el Aguará, de llamar a la gente que nos espera creyendo que ya llegamos a su ciudad y enterarnos que faltan seis horas de viaje, y un rosario de etcéteras, que van cargando de historias el tanque de las anécdotas.
Preparamos el taller en la casa de Carolina, quien no merece un párrafo aparte sino toda una página web, y salimos rumbo a nuestra primera experiencia con chicas un poco más chicas que nosotros. Realizamos dos talleres seguidos con diferentes grupos que tenían un denominador común: la falta del género masculino.
A través de ellas nos enteramos que de niñas jugaban y mucho y muy variado y que ya no lo hacen. O que si juegan es a las cartas y que sólo los sobrinos funcionan de vía directa al pasadizo de las corridas, montadas y escondidas. Les contamos que el juego de hilos es tan noble como antiguo, que con los cordeles entre los dedos imaginamos, creamos, nos concentramos y hasta nos olvidamos de ese chavo que nos rompió el corazón (ese ejemplo robó varias carcajadas), y que a los niños les gusta y se divierten con ellos.
Nos volvimos chavitos y creamos figuras sin decir sus nombres, para que la imaginación trepe por el salón y nos diga que ve ella. Así, lo que fue pata de choike para los mapuches o tienda de campaña para los navajos, fue escoba, tenedor, jirafa, mano con tres dedos, cohete y flecha en la tarde oaxaqueña.
Luego de muchas figuras, carcajadas, y juegos de ilusión, Noe se sintió respaldada por el público femenino y se despachó con un cierre de novela, ilustrando con los hilos la historia de una enamorada pareja que vivía en diferentes ciudades y que sólo podían encontrarse en el medio de un puente colgante, donde los besos apasionados robaron los suspiros de las chicas de la ENEPO, que sin que lleguen sus sobrinos, volvieron a jugar.

Un comentario

  1. …. la historia de una enamorada pareja que vivía en diferentes ciudades y que sólo podían encontrarse en el medio de un puente colgante, donde los besos apasionados…..!!!! Me encantó Noe!!!!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.