«Los campeones de hilos»

Fecha: 9 de noviembre de 2015.
Lugar: Escuela pública Rosa Ziperovich. Rosario, Santa Fe, Argentina.

Como siempre (como nunca), no sabemos encontrar las palabras para contarles de los últimos talleres en Rosario, ahí en la comunidad Toba-Qom, ahí en la escuela bilingüe Rosa Ziperovich. Ahí en esa esquina que tantas veces me encontró pateando una pelota con los pibes del barrio. Ahí y justo ahí, caímos a juntarnos un rato con los alumnos de cuarto y quinto grado, primero del turno mañana y luego con los de la tarde. Y al mediodía, aprovechando la pausa en el colegio, corrimos con Yayo (eterno y fiel hermano), Noe y Aru hasta lo de la China, que como siempre, nos esperaba con los brazos abiertos y una sopa caliente (corazones inmensos se encuentran por ahí).
Si bien algo nos habían dicho y otro poco habíamos visto y leído sobre las habilidades textiles que por cientos de años han caracterizado a la comunidad, el momento culmine de querer emprender la retirada de la escuela sin ningún tipo de explicaciones fue cuando Manuel, director del establecimiento, nos mostró el trabajo que los alumnos habían realizado para la feria de ciencias próxima: dos planchas grandes de telgopor eran testigos de figuras de hilos que no vimos en ningún manual, en ninguna publicación y que lejos estamos de poder aprenderlas. “No tenemos nada que hacer acá”, le dije con una sonrisa nerviosa. Para colmo, una maestra nos explicó que días atrás nos presentó como “los campeones de hilos” y ahora todos los chavitos estaban con sus lazos desafiantes a la espera de los gringos para ver quién era el más chingón. Nos sentimos en medio de un potrero hablando de la difusión y recuperación del fútbol. También la seño nos contó que más allá de nuestra visita, los juegos de hilos están presentes en las clases, en los recreos y en las casas. Otro profe, nos pidió el favor de que le expliquemos las figuras lentamente, ya que sus alumnos tejen a mil kilómetros por hora y no hay forma de seguirle el paso a esos veloces dedos. Con este panorama, abrimos el primer taller tartamudeando, mirando de reojo las figuras que en lazos mucho más largos que los nuestros, hacían los chicos mientras nosotros balbuceábamos el cuento de Aruma y Tico.
Con más ganas de aprender, de escucharlos y de mirarlos elaborar tamañas obras de arte, enseñamos peces, serruchos y trucos de magia, y les rogamos que nos inviten de nuevo, para quedarnos tantas horas como días posibles y aprender así de los verdaderos campeones de hilos. De esos sabios cuates de corazones enormes.

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