La estela de la Negra

En Real de Catorce, lugar mágico perdido en el tiempo y en las montañas de la asombrosa provincia de San Luis de Potosí (describir este pueblito cinematográfico es una tarea infructífera, pues no tenemos y creemos que tampoco existen las palabras para tal fin), fue la primera vez que no nos preguntan por el mate, Maradona, Messi o el Papa. Todos los alumnos de la preparatoria y sus autoridades, apenas dijimos que somos cuatachones de nuestros compadres de Proyecto Miradas, nos inquirieron todos y cada uno por la Negra. La chiapaneca más linda y graciosa de esta galaxia, de tanto andar de brazos en brazos, dejó aquí (y sabemos que es regla y no excepción) una estela imborrable en los hijos de las minas. Es que el trío galáctico compuesto por ella y sus padres Sofi y Yayo, había andado por allá hace dos años explicando y aprendiendo los saberes de estos cielos. Y esas dos vueltas que la tierra le dio al sol no fueron suficientes para olvidar a los astrónomos itinerantes.
Por eso, cuando llegamos ese viernes de mochilas pesadas, contracturas y agotamiento acumulado, y llamamos al profesor Felipe para que nos rente un cuartito, le platicamos de nuestros hilos y las ganas de andar hilando por América. Felipe miró su reloj y fue certero: “Hay que apurarse, hoy es viernes y en dos horas los chicos se van”. Con caras de asombro, dejamos las mochilas y cargamos los dolores de cuello y los hilos. Nos olvidamos que empezaban nuestras vacaciones (del mecánico) y en un santiamén ya estábamos saludando a directores y alumnos. Para no hacerles el cuento largo, como dicen aquí, sólo queremos compartirles que realizamos dos talleres tan lindos y divertidos como la Negra.

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