No cerraban los tiempos, las horas ni los días. Pero la primera reunión concertada con un colegio de Querétaro (gracias obviamente a Silvia, amiga y madrina hilandera) tuvo finalmente sus frutos, varias semanas después, gracias al empeño y voluntad de Esther, directora de la escuela Jardines de la Hacienda, que con todo su equipo hizo lo imposible para que hilemos con sus chavitos.
Cortamos y pegamos más de cien hilos para afrontar los tres talleres que realizamos en un día y que abarcaron a toda la primaria. Allí volvimos a aprender que se aprende entre las risas, gritos y corridas de los más chicos, fervorosos fans del cuento de la bruja; que la solidaridad entre los compañeros surge espontáneamente, ayudando entre todos a los que tienen alguna dificultad motriz o capacidades especiales; que los rostros de alegría y asombro al lograr las figuras no discriminan edades ni sexo, y que está “padrísimo” y que a los chicos les encanta descubrir que ante tanto click, touch, start y enter pueden ser ellos los que imaginen e inventen con sus manos, como lo hacen las comunidades indígenas desde tiempos inmemoriales.