El recoveco

La circular que bajó la Secretaría de Educación Pública mexicana fue contundente: No alejarse de la currícula, seguir a rajatablas el repertorio académico pautado, cerrar la puerta a talleres, obras de títeres, de teatro y primos hermanos y terceros. Eso nos dijo el Director de todas las escuelas primarias de Yucatán y lo repitieron todos los directores de los colegios que igual visitamos desoyendo al ministro que pensábamos que nos exageraba. También lo remarcó aquí, en Quintana Roo, el responsable general de educación primaria. Pero igual fuimos colegio tras colegio hasta que en la descontracturada Puerto Morelos hallamos un recoveco en la escuela Adolfo López Mateo. Allí, donde los padres esperan tras la puerta el recreo para entregarles a sus hijos el almuerzo y el mar se divisa desde el patio central, se desafía el calor con pelotazos, corridas y “trais”. Allí llegamos para hilvanar otra historia con los alumnos de cuarto, quinto y sexto grado, sobrevivientes a piojos cizañeros que diezmaron el equipo de la misma forma en que el memorándum de la secretaría de educación intenta deshilachar nuestros lazos con las escuelas públicas (aunque no se la vamos a dejar fácil).

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