A pura risa

La página web del colegio tenía toda la data sobre la ubicación del edificio, pero nos dio fiaca apuntarla y sólo nos quedamos con el “a cinco minutos de Antigua, salida a Ciudad Vieja”. Seis minutos antes de la cita con las directoras de la escuela el Delfín traspasó la barrera del camping de la policía turística y, claro está, nos perdimos. Le preguntamos al hombre de la gasolinera y nos mandó por un camino de tierra, que desembocaba en una ruta secundaria luego de trepar una cuesta. La pendiente fue mucho para el Delfín que intentó una y otra vez, mientras los autos de atrás se daban por vencidos y giraban en U. Finalmente, zigzagueando y a las puteadas, llegamos a la carretera y el colegio se veía a pocos metros girando a la izquierda. Estacionamos y volvimos a putear: era otra escuela. La angosta ruta no daba espacio para pegarse la vuelta así que enfilamos derecho hasta que la entrada a una finca nos daba margen de maniobra. Giramos pero la ruta estaba mucho más levantada que el terreno de la entrada por lo que al bajar las ruedas a la banquina el Delfín quedó a unos cuarenta y cinco grados y Noelia, huyendo con Aruma en brazos, me puteaba al trote. Me bajo esperando el vuelco que no ocurre y puteo al que pasa corriendo por al lado nuestro y no se percata que estamos a un soplido de dormir parados. Me trepo al Delfín, lo arranco y no se como se endereza. Las puteadas pasan a ser risas y comenzamos de cero. Volvemos a preguntar por el colegio que ahora sí encontramos, nos mojamos los pelos y pensamos que ojalá valga la pena tanto trajín. Y vaya si valió. La cita fue una plática y los talleres, desde primer grado hasta los más grandotes de la secundaria, increíbles. Diez encuentros en tres días donde firmamos autógrafos, enseñamos en los recreos, aprendimos de los aprendices y la pasamos de primera con tantos patojos hilanderos. Realizamos figuras colectivas con los más grandes que, al igual que los pequeños, se súper prendieron y divirtieron. Aruma iba y venía y la salida de cada taller era un caos de niños que nos atajaba para enseñarnos sus nuevas figuras y comentarnos que ya nos habían visto por Youtube, asombrados de que Noe tenía el pelo largo. Para sorpresa nuestra, una de las tantas figuras por ellos creadas es verdaderamente maravillosa y le pedimos a María Ester, su inventora, que nos la convide en un video. Nosotros nos despedimos y los lazos seguían yendo religiosamente cada mañana al colegio. Un gigante volcán nos vio saliendo a paso lento en el Delfín, pero esta vez a pura risa.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.